Mburucuyá, capital del chamamé

En el corazón de la provincia de Corrientes brota Mburucuyá, una apacible localidad que ha sabido eludir nombres de santos, políticos y militares, y ha logrado enarbolar su identidad con una poética palabra para recordar la historia, en el propio idioma de los antiguos habitantes, el guaraní con que los pobladores de la zona todavía hoy cuentan sus alegrías y tristezas. Mburucuyá, la flor que atrapa la mirada de los caminantes, el pueblo de las casas bajas de ladrillos viejos, donde cada enero todas sus calles de tierra colorada conducen al gran festival de la música más representativa del Nordeste Argentino. Muburucuyá, la capital del chamamé, esa melodía que tanto se envuelve con el guaraní y cuyos orígenes se extravían en los remotos enigmas de la historia, pero cuyo presente late vivo en la tradición de su gente.

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Allí nos encontramos con Canario, un referente del chamamé que ha vivido importantes capítulos de la historia musical local. Ha compartido escenarios con grandes exponentes como Eustaquio Miño y Salvador Miqueri, y cada año participa en el tradicional festival chamamecero que todos los eneros moviliza a miles de personas que llegan desde numerosos puntos de la provincia y el país.

La casa de Canario está rodeada por un amplio terreno arbolado con mangos y naranjos, poblado de perros y gallinas que entran y salen de cuartos humildes con tierra apisonada. Curiosamente, es la vivienda más próxima al anfiteatro de la laguna Limpia, donde se organiza el famoso evento del chamamé. Como para no perderse a la vuelta, luego de tanto festejo.



— ¿Quiere mate? —pregunta enseguida Canario, para darle color a la reunión.

Entonces nos cuenta:
—Para el festival no sólo llega gente de Corrientes. También concurren de Buenos Aires, algunos de Brasil. Todos chamameceros, claro. En el festival hay competencia, pero sólo con gente que es de la provincia. También con músicos de Misiones. Pero la competencia es la instancia en la que participan los profesionales. El festival dura tres días que caen viernes, sábado y domingo. El día viernes es el día competitivo, en el que participan distintos conjuntos y delegaciones. El ganador de ese día entra al día sábado, y puede tocar con los profesionales. El sábado y el domingo tocan los profesionales. Tocan treinta, cuarenta conjuntos...

—El festival se organiza hace como cuarenta años, pero en realidad se hacía desde antes, porque anticipadamente ya había un tipo de festival que realizaba Eustaquio Miño, el bandoneonista. El festival se organizaba el 29 de noviembre, el día de la Santa Cecilia, que es la santa de los músicos. Ese día se organizaba la joda, se armaban asados, se cocinaba un guiso o lo que alcanzara. En ese entonces, la gente, los amigos de Eustaquio, se reunían en "La Querencia", donde él tenía su pista.
Allá se revelaban los auténticos chamameceros. Bah... yo prefiero decir "ejecutores del chamamé". No me gusta tanto decir "chamameceros", porque estamos un poco discriminados. Y yo soy muy celoso del auténtico chamamé.



—Y bueno... los primeros festivales surgieron a partir de las reuniones de músicos que se organizaban en lo de Eustaquio cada 29 de noviembre. De eso hace más de cincuenta años. Yo actué con él cuando tenía doce años. Fuimos a la región donde él nació, al departamento de General Paz. Eustaquio Miño es de El Pasito. Ahí había una virgen, que se llama Santa Librada, y que hasta ahora permanece. Ellos eran promeseros, gente que se iba a Buenos Aires y después volvía para esa fecha. Y él era un músico de ahí, y era infalible, después de la promesa tenía que estar ahí. Y yo fui allá, donde empecé a tocar y a pulsar la guitarra, no sé si bien o mal pero ya era caradura, porque para ser músico hay que ser caradura, no hay que tener vergüenza. Yo tenía doce años. Después fui al Chaco a cosechar y pude juntar para mi guitarra.

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—A mí me gustaba mucho el acordeón. Hasta ahora me gusta. Pero por cuestión de dinero no pude comprar uno. Me gusta muchísimo, pero es mucho más caro. Lo que nosotros primero alcanzábamos a comprar era la guitarra. Fíjese que yo tuve que ir al Chaco a carpir y cosechar para comprar mi primera guitarra. Para el acordeón ya no alcanzaba.
Acá hay muchos que quieren comprarse acordeón, pero no les alcanza la plata. Y algunos padres tampoco apoyan, porque quieren que el hijo siga una carrera, para que el día de mañana tenga un trabajo y gane plata. Es un problema cultural. Porque la gente piensa que si algo no es rentable, no sirve para nada.

—Según lo que cuentan nuestros antecesores, en una reunión estaba reunida gente de la zona que tocaba diferentes clases de música. En esa reunión había paraguayos, y había músicos de guaraña, de zamba... de todo... y por ahí salió uno tocando nuestro ritmo, el chamamé. Pero se preguntaron qué nombre podían ponerle a este ritmo, entonces saltó un paraguayo (yo no le corro bronca a los paraguayos, con quienes estamos hermanados) que dijo: "Metele chamamé”. Y chamamé no quiere decir nada. No tiene definición. Lo dijo como discriminándolo, porque no quiere decir nada. Yo les pregunté a los paraguayos y me dijeron que es una palabra que no está incluida en el diccionario. Allá en Paraguay el guaraní está nacionalizado, y para ellos no quiere decir nada. Y para nosotros menos que menos, porque nosotros hablamos una copia, un dialecto que usamos nosotros con los paraguayos.



—Con Blas Martínez Riera fui a Buenos Aires y abandoné por asuntos de trabajo. Con Coco pasó lo mismo. Trabajaba en panadería, porque yo era panadero. Aprendí muchas cositas de la vida. Tuve varios oficios. Trabajé muy mal en mi juventud, hice trabajos muy rústicos. En la cosecha del algodón, hombreadas, cosas pesadas... y la música jamás me ha dado ningún ingreso.

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—Yo empecé a pulsar más o menos a los diez años, porque nosotros teníamos acá unos muchachos que se reunían. Se iban a trabajar y después se reunían entre parientes y empezaban a practicar. Se decían: "Mirá. Yo encontré esta nota. Yo encontré tal otra". Y yo me iba ahí a mirar, porque yo era menor que ellos. Y veía cómo hacían... y así... Cuando ellos se iban a trabajar yo le pedía a la vieja: "Présteme la guitarra", por supuesto en guaraní. Y ella me decía: "No. Se va a enojar Carmelo" Y por ahí me pillaron, pero yo ya había aprendido algo, ya iba agarrando. Entonces ellos empezaron a enseñarme. Así enseguida aprendí y salí a hacer serenatas con ellos

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—Y bueno... como nacemos para cada melodía, para cada compás, para nosotros el chamamé es fácil. Y acá el chamamé se aprende de oído. No se lee. Todo de oído nomás.

—Alfredito Miranda, me decía: "Cuando vayas a rendir a Sadaic, no vayas a decir que sos músico. Y si querés te voy a acompañar yo." Y yo me quedé medio mal. Porque yo pensé que ya no quedaba gran cosa por saber. "Ya sé tocar la guitarra, ya sé cantar, ya grabé", decía yo. Entonces cuando él me dijo eso, me quedé medio pasmado. Y me dijo: "¿Sabe qué, tocayo? A varias personas les pasó eso. Se fueron a tocar y cuando les preguntaban qué eran, respondían que eran músicos. Entonces ahí nomás le sacaban la partitura. ¿Y qué va a hacer con la partitura? Músico es el que lee y escribe. Nunca vaya a decir que es músico. Vas a pasar papelón porque te van a sacar la partitura y como vos no sabés, te van a borrar y no vas a rendir." Así es. Son tan envidiosos los que están allá en Sadaic. No te ayudan. Más bien tratan directamente de borrarte. No sé por qué.

—El chamamé de Corrientes y el de Misiones son prácticamente iguales. Sólo hay un poquito de diferencia, porque son estilos diferentes, ellos son casi... medio agringados le voy a decir... porque ellos son inmigrantes, ellos no son muy criollos, son hijos de gringos, de españoles... igual que en el Chaco. Hay toda una mezcla entre españoles, gringos... y en la composición nosotros nos damos cuenta, porque lo hacen un poquito más acelerado, un poquito más... nosotros a veces le decimos "de club", como más delicado.

—Una de las grandes fiestas de chamamé que se hacían en Mburucuyá era el día de San Antonio, el 13 de junio, cuando le rezan al santo, a San Antonio de Padua, patrono de acá del pueblo. Comienza el 4 de junio y termina el día 13. Y durante esos días se toca chamamé, cumbia, zamba, de todo... muchas veces acá mismo la gente joven no quiere representar al chamamé. Son rebeldes. Yo peleo, pero ¿qué voy a hacer? Hoy en día la mayor parte de la juventud no quiere saber nada con el chamamé. Una verdadera lástima.



—Una vez, allá por el año '67, me fui de gira con unos músicos por la provincia de Corrientes, Chaco, Formosa y Paraguay. Pero el tiempo no nos acompañó. Se ponía así como ahora, lluvioso... Por ahí el martes, miércoles o jueves hacía lindo día. Pero el sábado a la mañana ya se empezaba a descomponer el tiempo y para la noche nos agarraba la lluvia. Teníamos que andar serenateando por ahí para poder comer. A los tres meses, más o menos, volví. Mi señora, contenta. Creía que iba a traer plata. Pero queeeé... ¡Llorando volví! Tuve que andar haciendo serenatas para poder sacar algo para los pasajes y llegar acá. Entonces no salí más. Lo que pasó en Paraguay nos mató también, porque los paraguayos decían que nosotros les habíamos sacado la tierra. A veces saltaban otros paraguayos que nos defendían y decían: "¿Qué culpa tienen éstos?".

—Te voy a ejecutar un tema de Miqueri. Se llama Ofrenda

Para estrecharte con este canto llego hasta ti
en esta noche de mil estrellas y de pasión.
Despierta niña, oye los versos que traigo aquí,
pleno de emoción nacido de mi noble corazón.
Tan sólo escucha esta endecha, la luna y tú
en armoniosa dulce plegaria de un santo amor
para decirte, niña querida, che rohaihu.
Yo soy tu cantor, dame tu querer mi rosada flor.
Asoma al balcón para ver así tu cara preciosa,
mejillas de rosa, labios carmesí,
tus diáfanas manos, tu pelo ondulante,
tus ojos brillantes como ñasaindy.


Aplaudimos contentos.
—Gracias, público inteligente.

—¿Vio lo que quiere decir ñasaindy? Ñasaindy es la iluminación de las estrellas. La luciérnaga... ¿conocen? No es lo mismo que bicho de luz. Son dos bichitos distintos. Pero los dos iluminan.
Después practica unos versos que acompaña con ensayos de acordes. Reflexiona y canta para adentro... Se sumerge en él mismo. Vaya a saber uno en qué recuerdos.



—Voy a agarrar coraje —dice, y toma cerveza—. Sí, porque ando decaidísimo. Aparte, ésta la hago a dúo y ahora está improvisado. Últimamente yo andaba tocando medio solo, porque escasea buena primera. La primera es la voz aguda. Tengo muchos muchachos pero algunos me desafinan. Y para desafinar estoy de sobra yo. Entonces los rechazo.

Que se transforme en un árbol mi alma entera
para que en días calurosos del verano
bajo mi sombra descansen los paisanos
como una posta que la ocupe quien lo quiera
que los gurises con sus rondas me cercaran
y los que se amen cumpliendo una promesa
graben sus nombres cual recuerdo en mio corteza
aunque me duela con cuchillo me tallaran
Y cuando troce mi madera un carpintero
en vez de muebles se dedique a hacer guitarras
para estar junto a mis amigos en las farras
con acordeones y un grajear chamamecero.


—¿Usted baila chamamé?
—No me gusta bailar a mí. El que toca nunca baila. Sí, porque uno baja del escenario cansado. Nosotros llegamos a tocar cuatro horas seguidas, quizás con un pequeño intervalo en el medio. Y cuando terminábamos nos íbamos a una mesa a chupetear, más vale. Si alguna guayna quería hablar con nosotros, la invitábamos a la mesa. Ésa era mi costumbre. ¿Y cómo voy a bailar si me casé temprano?

—¿Y se baila para conquistar, nomás?
—Y más vale. Al pan, pan, y al vino, toro. Déjeme de joder.




Video de Ofrenda, Miqueri. Interpretada por Canario.
Video de Canario.