En la cocina

Yo también te canto, oh Madre,
oh Padre, oh Familia,
la más noble de las instituciones,
la gloria de la Patria, la forja del Estado,
la cuna de todo lo que llamamos Civilización
En amplios predios bañados por el sol,
resguardados por muros contra los que
se estrellaban las olas majestuosas,
Tú paseabas orgulloso, oh Padre,
pechuga erguida, luengas barbas, cetro de mando
Entre suntuosos brocados sentada, oh Madre, al espejo
contemplabas tu belleza
decretada por real designio la única posible
Y a vuestros pies jugaba el hijo predilecto,
lozano y gordo como una oruga,
hijo o hija, no se sabe bien, bebé, de cualquier forma,
bebé eterno y obeso, sin edad, para vuestro deleite
Yo soy la hermana más pálida, la hija oscura, la que
enviáis a comer a la cocina cuando llegan las visitas,
Aquella para la cual se guardan los mendrugos y los restos
de la felicidad, aquella a la que generosamente
regaláis las migajas de vuestros banquetes, lujos, oropeles
El sacrosanto chorizo está vedado, pero «come este pan,
todavía no tiene tanto moho»
Sí, yo también os canto en agradecimiento
Yo soy la hija sombría, aquella que no sirve para alegrar las fiestas
Me enviáis a comer a la cocina cuando llegan
invitados elegantes, porque derramo las salsas y el café
y como con la boca abierta, haciendo mucho ruido,
lo cual es repugnante
Sin embargo, ¿sabéis?, en la cocina
no se está tan mal
Es lugar tenebroso, en donde habita
la melancolía, pero yo río a carcajadas de las sombras,
y como a grandes bocados, y crezco fuerte,
fuerte e irresistible igual que un huracán lleno de estrépito
Cuando las gentes tontas y admiradas
contemplan vuestra casa en su magnificencia, no pueden evitar
que sus ojos, como por un imán,
resbalen atraídos por la oscura cocina,
pues sienten que la habita una fuerza sin límites
Y el día llegará en que las generaciones venideras,
aburridas del oropel vacío, anémico de vuestros salones
llenos de buen gusto y obras de arte
aplaudidas por los intelectuales,
traspondrán el umbral pequeño y sucio de la cocina
Y verán que he crecido en toda mi belleza y poderío
Y temblarán ante mi esplendor


Montserrat Álvarez