¿Por qué una persona debería viajar o conocer otras culturas?

Principalmente para desnaturalizar el modo de vida que nos proponen, o mejor dicho nos imponen, las grandes urbes. Mi intención es entender los sitios que atravesamos, aprender a pensarlos y a percibirlos desde la realidad de la propia gente, en toda su magnitud y complejidad, con todas sus problemáticas y contradicciones. Los viajes te permiten asimilar la existencia del Otro, así con mayúscula, como ser distinto que vive tu imposible cultural, es decir que vive como vos jamás lo has hecho, y percibe las cosas como vos jamás las has percibido. Es un Otro total, y no por eso es un otro amenazante o peligroso sino alguien de quien puedes aprender y compartir experiencias. Y esa posibilidad te permite asimilar que el otro no es un loco, ni que vive mejor o peor, sino de maneras distintas, determinadas por su propia biografía y la cultura que ha asimilado en su propia sociedad.

A partir del momento en que uno es arrojado al mundo, comienza a dibujar una aventura que no se repetirá jamás ni se encontrará en otro lado. Somos personas porque tenemos percepción, porque tenemos conciencia, y la suma de todas nuestras experiencias van conformando una subjetividad que vive un universo y una verdad absoluta e irreemplazable. Es lo fascinante que tiene conocer una persona. Y es lo que hace a cada ser humano único en el mundo. Eso es lo que comparto con otra persona cuando me encuentro en el camino, y no hay razón para creer que es más interesante hablar con esas personas inventadas por los medios que compartir un mate con un pescador del río Paraná o un campesino que sabe cómo se hace un aljibe. Es lo asombroso: la verdad no está en ningún lado, pero todos tienen algo de ella.